Admitió, sin dejar de temblar, que no estaba bien. Que no veía futuro, ni horizonte, ni espacio, que nunca como ahora había sentido el ahogo odioso de verse entre la espalda y la pared...
Pasó por mi pensamiento la imagen fugaz de un suculento inhalador...
Nos despedimos.
No lo he vuelto a ver por los lugares al aire libre que frecuento; por los lugares al aire cautivo tampoco
antonio romero seguin
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