miércoles, 30 de marzo de 2011

fotos efecto cámara Holga-Lomo




¿De qué va eso de la Lomografía?

El fenómeno lomográfico comenzó en las calles de San Pertersburgo en 1982. Por aquel entonces, el ministro de Defensa e Industria de la URSS y su camarada, el director de LOMO, la fábrica rusa de armas y artículos de óptica, examinaron una cámara japonesa con una lente nítida de cristal, una gran sensibilidad a la luz y una robusta carcasa. Al percatarse del potencial extremo de esta mini-cámara, dieron órdenes de copiar inmediatamente el diseño y mejorarlo con objeto de producir la mayor cantidad posible para el gozo y disfrute del pueblo soviético. Decidieron entonces que cada respetable camarada comunista debería poseer una LOMO KOMPAKT AUTOMAT. Así nació la LOMO LC-A

Casi una década después, la popularidad de la LOMO LC-A estaba de capa caída, pero un grupo de estudiantes austríacos se encontraron con esta adorable cámara en algunas tiendas de fotografía antiguas, compraron un par para divertirse, las cargaron con películas, dispararon desde arriba, con la cámara entre las piernas, desde la cadera e incluso a veces miraban por el visor.

Después de revelar la película en su supermercado de confianza del barrio, se encontraron con una verdadera sorpresa: miles de imágenes divertidas, tristes y estridentes de su pequeña aventura, con enfoques y desenfoques maravillosos. Era la vida en vivo en la República Checa. Las imágenes eran increíbles. Todos los presentes se vieron sobrecogidos por una aplastante sensación de alboroto como nunca antes habían experimentado.

Lo que ocurrió después era de esperar. Al ver las increíbles fotos, amigos, familiares, extraños, ¡todos querían tener su propia cámara LOMO! En 1992 se fundó en Viena la Sociedad Lomográfica (Lomographische Gesellschaft), con el fin de llevar el mensaje de la LOMOGRAFÍA a todos los rincones del planeta.

La esencia de la Lomografía son las fotografías:

potentes, intensas, alocadas, tremendas, únicas, crudas, excitantes, sexy

todas estas fotografías están sacadas con una cámara digital, pero tratadas con el efecto de como quedarían con las cámaras Lomo o las cámaras Holga.

viernes, 25 de marzo de 2011

GANAR LA VIDA






Debo a la intuición los caminos por los que transito. Me ofrece el rumbo y yo pongo los argumentos, procuro colgar cada cosa en su colgante. Admito la parcialidad, es inevitable pero no capaz de emborronar cada conclusión. Algunas son útiles, funcionan y hacen funcionar.
Por ejemplo: la relevancia de la acción y el pensar individual en lo social. Es falaz la imagen del individuo como un ente subsumido en el grupo; es falaz la idea de que el grupo es un sistema que funciona sin consideración, a pesar de, al margen de sus elementos. El individuo tiene espacio para actuar e ineludible responsabilidad de actuación, según sus intereses e ideas. El hombre es agente de cambio, cada uno de nosotros lo es.
Llamemos a esto "ganarse la vida": el individuo piensa y concluye, se organiza, colabora, llega a acuerdos, fuerza pacíficamente los barrotes, convive y ayuda a construir un ámbito para todos... Esto puede echarse fácilmente abajo: menuda utopía, algo de deporte, un virus, un peligro grande, la cosa está mal, métete en tus asuntos, plan de necesidades urgentes: aquello sin lo que no podrías vivir y por lo tanto tienes que tener cueste lo que cueste aunque no valga nada...
Hay potencial en el hombre, pero no en este hombre necio contemporáneo, ciego, interesadamente memo, que no se responsabiliza, que se deja llevar, que no es nadie y somos todos, hedonista obsesivo que añora a Epicuro, que en lugar de afrontar se esconde detrás de fármacos y excusas, inicuo e inocuo... Podría culpar al sistema y a las circunstancias pero lo culpo a él, a cada uno de nosotros, porque no somos neutros ni odres vacíos que llenar
antonio romero seguin
http://antonioromeroseguin.blogspot.com

martes, 22 de marzo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

LA COSTA





LA OTRA TARDE.
Sube la escalinata del monumental edificio con el corazón debocado, pasa bajo el enorme dintel y penetra en la sala diáfana y vacía. Nadie a la vista. Nadie diserta desde el púlpito, nadie en el altar, nadie si no lo consideramos a él que se mueve cauto sobre una tarima de geografías geométricas. La luz de la tarde irrumpe por el rosetón de la fachada y barre el centro de la sala, bajo la cúpula, sin iluminar decididamente nada: un foco tenue que se desplaza en diagonal hacia la izquierda buscando perezosa objetos inexistentes. La iglesia es un arquitectura moderna que más parece un edificio de oficinas por fuera y un pabellón polideportivo en su interior. No hay actividad ni parece haberla habido nunca. Sólo la artificial limpieza impide creer que el lugar ha sido abandonado.
Sale al exterior. Desde lo alto de la escalinata observa la ciudad. El horizonte interrumpido por altos edificios. Una maqueta vacía y frágil. Cae la tarde. Nada ocurre. Pasea, toma una bocacalle cualquiera que desemboca en una avenida amplia de doble sentido. La gente pasa a su lado, silenciosa.
Deambula por calles intercambiables que no reconoce. No ve ni escuha nada excepcional o sorprendente. Ni saludos ni amenazas. Se detiene ante un escaparate lleno de televisores cuyas pantallas están apagadas y devuelven su reflejo. Se entretiene gesticulando unos minutos. Los transeúntes no se detienen. El tiempo no pasa: la tarde parece congelada bajo una luz de escenario vacío. La función no comienza. La noche no llega.
Entra en un local poco iluminado y desierto. Emerge perezoso un camarero por una puerta lateral con gesto de haber sido interrumpido. Se sitúa ante él, le sirve y desaparece. Bebe lentamente y su sed se mantiene intacta. Pasa por el retrete, paga y vuelve a la calle. Su sombra se proyecta todavía nítida en la acera. Pasa junto a un individuo que vende globos, pasa junto a un individuo estático disfrazado de dios egipcio, pasa junto a un individuo vestido con gabardina y pantalón de camuflaje, pasa junto a una mujer obesa que sostiene una bolsa de supermercado llena de fruta.
Camina a casa, se tumba en el sofá después de bajar las persianas. Se siente algo vacío y sólo. ¿Quién no se siente así en ocasiones?, piensa. Se acuerda de la cerveza que sigue en su estómago, transformándose en otra cosa y dejando un regusto ácido. No tiene hambre, ni frío, ni sueño. F. no detecta ninguna necesidad. Si acaso, forzando un poco, algo de sed.
Todavía se van sucediendo otros pensamientos pero decidí dejar de enumerarlos. Me fuí de su lado sin despedirme.
ANTONIO ROMERO SEGUIN