martes, 26 de octubre de 2010

EL SILENCIO


Durante una temporada, atrás me he referido a ello, F. se apartó para entregarse a la escritura. Volvamos sobre el tema y dediquemos unas líneas a sopesar el resultado de aquel intento: el fracaso.
F., entre cuyos innumerables defectos no figura el de ser un embustero ante sí mismo, descubrió pronto las raíces de tan amargo fruto. Entendió que escribía sólo por obtener notoriedad, distinguirse, significarse, subrayar su singularidad... y no tardó mucho (menos de lo que se prolongó el experimento, que sólo sobrevivió ya por inercia) en descubrir que no encontraría sosiego en la escritura: cualquier texto, incluso siendo en verdad excelso, le traería a lo sumo el reconociemiento de los mediocres, la envidia de los ineptos y una posterioridad frágil y del todo insustancial para el que ha dejado de existir. Nada útil aquí y ahora..., ninguna recompensa..., sólo algo entre la ceniza, un camino:
Aquello que F. ansiaba podría cobrarse con mayor eficacia y sencillez en el silencio.
antonio romero seguin

HACER LO INAGOTABLE


El hacer nos concierne como obligación para ser y construirse. La acción nos abroga como una infección de ego ensimismado. Las cosas hechas son los jalones que pautan mi posibilidad, capacidad, las garantías de mi valor singular. La dolencia del hacedor es universal. Hablan por nosotros no tanto nuestros actos como sus escombros, que nos redimen del despojo que somos: el contorno de un hombre que hay que llenar.
Si somos simplemente nos creemos insuficientes, desatendemos la vida por ese ardor de rehacerse, de alentar al personaje.
Es el castigo y nosotros los castigados.
Incluso estas palabras, sobre todo éstas y tal vez todas las demás, son sólo residuos, mucosidad de esta insufrible fiebre del heno.
antonio romero seguin

AIRE


Admitió, sin dejar de temblar, que no estaba bien. Que no veía futuro, ni horizonte, ni espacio, que nunca como ahora había sentido el ahogo odioso de verse entre la espalda y la pared...
Pasó por mi pensamiento la imagen fugaz de un suculento inhalador...
Nos despedimos.
No lo he vuelto a ver por los lugares al aire libre que frecuento; por los lugares al aire cautivo tampoco
antonio romero seguin

Esta tarde no ha sido una excepción y ante el micrófono reescribió una vez más la vieja fábula, describiendo concienzudamente cómo pudo suceder que gigantescos edificios se viniesen abajo por un impacto nímio en relación a su tamaño y estructura, cómo pudo fundirse el acero y arder como papel encima de brasas. Habló de vigas que se comban al quedarse solas en el esfuerzo de mantener el esqueleto de la bestial construcción, de columnas que se arquean como ballestas de paraguas en la tormenta y de la niebla terrosa que no levantó en meses en los aledaños de la catástrofe y que, cuando lo hizo y volvió a brillar el sol en la descomunal escombrera, emergió un pavoroso desierto de hormigón y de amianto."
Fragmento de Este mundo (novela en marcha).
antonio romero seguin